jueves, febrero 14


Días de cárcel

Día 2: En el bordo de las cosas II

¿Quién nos lleva al bordo?
Ante la más recóndita frontera
se encuentran las luces del asfalto
arrancadas de la tierra
deformadas su rostro en su rostro a madrazos

¿Quién vivirá en estos laberintos desiertos?
¿Quén nos pasará la manguera antes de beber?
¿Quén nos arrancará las bocas para no hablar?
¿Quién nos hará vomitar el rancho a patadas?

I

Estuve un segundo día en el penal Neza-Bordo. Me di cuenta que soy una farsa. Yo creía conocer el oriente, quería ser el oriente... y todo era una farsa. ¿Cómo decir siquiera que se ha visitado el oriente si no se ha ido al paradero de Pantitlán? Ese gigantezco monstruo que gobierna el oriente, cancerbero que cuida las puertas de la ciudad Nezahualcóyotl. 

Llegando al metro Puebla, uno alcanza a ver el AICM sumido en la gris pradera de casitas grises y edificios de interés social... nuestra entrada y nuestra salida al mundo. Resulta paradójico que su presencia es un breve atisbo de los mil mundos que pueblan la ciudad. 

Meterse al metro Pantitlán es meterse con la ciudad misma, es meterse al profundo caos, a la maravillosa decadencia.

II
Las puertas del CERESO exhalan el olor putrefacto del Bordo. Las aguas del Bordo llevan la mierda de nuestros baños, la mugre de nuestros drenajes. ¿Dónde más veía la vida su rehabilitación?, ¿dónde más  ese paraje terroso y triste sería casa de Dios y tierra del olvido al mismo tiempo?

– Aunque me maten al otro lado de la avenida, aunque tiren mi cuerpo al canal, no me quiero morir acá dentro – me dijo llorando Genaro, de 58 años, 7 de ellos en prisión. Está sentenciado a 15 años por un crimen que dice no haber cometido. –Nunca mantuve a mis hijos, a ninguno de los nueve – remataba.
Decía no haber robado esa casa, decía no haber amordazado al dueño, decía que su único crímen era estar piedroso, haber olvidado su expediente de primodelincuente y la constancia de los años que habí compurgado en el penal de Barrientos. Me pedía ayuda, pero yo no podía dársela.



(La imagen es de El Universal y aparece en un artículo de Teresa Montaño que puede ser consultado aquí)



¿A quién creerle?, ¿a su sentencia?, ¿al sistema de administración de justicia de este país sin madre?

– Al chile yo sí robaba, lo que es. Parejitas pinches peseras. – me decía Joaquín de 26 años mientras hacía como que apretaba algo en su pecho –. Por eso acepto mi culpa y me pongo los huevos colgados. Tienes que traerlos aquí. Si los dejas afuera, valiste verga. Nomás no te pases, porque si te los descuelgas, te chingaste toda tu cárcel. Por eso allá dentro – señaló las celdas de castigo –, hay leones, panteras y un chingo de tigrillos.

– ¿Cómo son los custodios? –, le pregunté a Pedro. Él se rió y no me respondió.

En la palapa del patio central, donde entrevistábamos, hacía un frío canijo. Me temblaban los dientes, me dolían las manos. Los entrevistados no se inmutaban, parecía que el frío era la menor de sus preocupaciones. Los custodios pasaban de vez en cuando, parecía no inmutarles que la cantidad de internos pronto nos rebasaría en proporción de dos a uno.

Diferencia, siempre diferencia. A la entrada del CERESO hay un cartel:

Se prohíbe la entrada a las personas que porten prendas negras, cafés, gris, beiges y azul rey. Se denegará la entrada a los varones con cabello largo, tinte en el cabello, aretes o perforaciones. Se prohíbe la entrada de damas con escote, ombligueras, aretes muy llamativos. 

– ¿Qué has aprendido en la cárcel?
– Paciencia. Mucha paciencia. Aprendes a tolerar al otro, si está mugroso, si le huelen los pies, si le huele la boca, si es culero.

Pura diferencia, una diferencia en donde yo era intruso.

III

Ese día en el Neza-Bordo me dieron unas ganas incontrolables de llorar. De regreso a mi casa, en la estación Tepalcates del metrobús, me detuve en un puesto de música y libros cristianos.

– No lo tengo ahorita, pero busque la biblia "Libre entre las rejas" –. Me dijo cuando le pregunté qué le pedían los familiares de gente en la cárcel.

No lo he encontrado y no he querido seguir buscando.



[Ninguno de los nombre en este escrito es real. De hecho, el autor no tenía acceso a la identidad de los encuestados]



Poema de San Valentín

La estepa seca de las ramas áridas,
los asteriscos metidos hasta la punta del recto,
hasta lo más hondo de las intrincadas paredes del intestino delgado,
como calas gramática de las mil perlas.

¿Por qué?, ¿por qué de pronto tan valdemar, tan mérula?
¿Por qué sin pensarlo te desenchufas de los trémulos espasmos del reposo?
¿Por qué sin avisar?
¿Por qué sin el colchón esperado del íntimo encuentro?
¿Por qué sin el minúsculo rayito de luz ultravioleta en las noches profundas del 0 kelvin?

Las razones nunca las sabré del todo.
Las formas nunca se revelarán en sus formas más nítidas,
sino en un simple suspiro quisquilloso,
en un simple intercambio vacío,
en un simple resquicio de pequeña maldad.