lunes, mayo 7

Condecoraciones - Juan Gelman

CONDECORACIONES

Condecoraron al señor general, 
condecoraron al señor almirante, 
al brigadier,  a  mi vecino 
el sargento de policía,

y alguna vez condecorarán al poeta
por usar palabras como fuego,
como sol, como esperanza,
entre   tanta   miseria   humana,
tanto dolor
sin ir más lejos.

Juan Gelman

Oda a un libro que no he terminado

Se sentó al lado de mí En el asiento de hasta atrás. Se sentó junto con un anticuado y gris burócrata de institución pública. El camino, normal. La fuga de agua, el tráfico intenso, el avanzar a vuelta de suspiro, la cumbia de fondo, los moteles de paso, el pantalón.

Abrió la boca, tuvo el inmenso error de abrirla. Error para mí claro. No habíamos cruzado ni el segundo puente peatonal de la México- Toluca. Apenas parían las llantas la carretera. Abrió la boca y comenzó a reír.

Que si Josefina... que la bolsa...   que chuchy...     que mi hermana...        que el América


¡CARAJO!

Su risa me torcía los testículos.

¿Por qué? ¿Por qué la humana conciencia?

Todos queremos poder, pensaba. ¿Para qué engañarnos? El poder para resolver los problemas más insignificantes, para huir de la violencia, la de adentro y la de afuera de uno mismo, acabar con las culebras larguísimas de coches en Constituyentes y, sobre todo, cerrarle la boca.

Decirle sin ser grosero: Me estás estrujando mis esfínteres. Librarse de la paradoja de ser grosero e irse al otro lugar o quedarse a aguantar Al final, me doy cuenta que basta con mover mis bultos, los de mi cuerpo y los que cargo y cambiarme.


Llego al barrio, se confunden los cuetes con balas que se pierden en motociclistas en el andador Morelos o en la cerrada de San Pedro.

Uno ya no sabrá qué encontrar.