lunes, agosto 8

Por si no llego

Llegar parece ser una empresa difícil. No sólo por la cartera vacía y el trabajo desperdiciado. No sólo por los trámites burocráticos que terminan haciéndole a uno la vida imposible. Si no es ahora, será otro día. Pero que quede constancia que, aunque sea [dolorosa partícula de palabras] en el Parque Nápoles, vi los barcos en Lisboa.



Fragmento de El año de la muerte de Ricardo Reis - José Saramago

Los niños extranjeros, a quienes más ampliamente dotó la naturaleza de la virtud de la curiosidad, quieren saber el nombre del lugar, y los padres se lo dicen, o declinan en las amas, las nurses, las bonnes, las frauleins, o un marinero que acudía a la maniobra, Lisboa, Lisbon, Lisboone, Lissabon, cuatro diferentes maneras de enunciar, dejando aparte las intermedias e imprecisas, quedaron así los chiquillos sabiendo lo que antes ignoraban, y eso fue lo que ya sabían, nada, sólo un nombre, aproximadamente pronunciado, para mayor confusión de las juveniles inteligencias, con acento propio de argentinos, si de ellos se trataba, o de uruguayos, brasileños y españoles, que, escribiendo, desde luego, Lisboa, en castellano o en el portugués de cada cual, dicen cada uno otra cosa, fuera del alcance del oído común y de las imitaciones de la escritura. Cuando mañana, de amanecida, el Highland Brigade salga a la barra, que haya al menos un poco de sol y de cielo descubierto, para que la parda neblina de este tiempo astroso no oscurezca por completo, aún a vista de tierra, la memoria ya desvanecida de los viajeros que por primera vez pasaron por aquí, esos niños que repiten Lisboa, por su propia cuenta transformando el nombre en otro nombre, aquellos adultos que fruncen el entrecejo y se horrorizan ante la general humedad que atraviesa las maderas y los hierros, como si el Highland Brigade acabara de surgir chorreando del fondo del mar, navío dos veces fantasma. Por gusto y por voluntad nadie se quedaría en este puerto.

Estrella de Belem


Las fotos no están tan mal, ¿no? Uno se imagina recorriendo espacios que quizás nunca llegue a ser sensiblemente real. Quizás alcanzo a descifrar por qué la Torre de Belem se me desaparece con los últimos rayos de la tarde. Quizás lo más lejos que llegue a ver el horizonte sea hasta donde llega mis vista en el Parque Nápoles, quizás sean Georgia y Pennsylvania mis quintas avenidas. Al fin y al cabo, la avenida de los Insurgentes es la carretera Panamericana, ¿no?

Meh, viajar es un error, viajar es quizás salirse de lo cotidiano. Quién nos manda a salir de lo naturalmente monótono decía Arévalo. Quién nos manda a pensar en Friburgo, ¿quién? Quizás haya rutas para mi. Mientras tanto, creo que estoy plantado en esta ciudad de sueño húmedo... de aburrido sueño húmedo de las eras.


Ese era el sueño


Ese era el sueño. Llegar, literalmente, a la otra punta del mar y decir, "hola mundo". Sentarme, mientras leía a Fernando Pessoa y José Saramago, a la orilla del Océano. Pero la burocracia emocional y política me atan por ahora. El único hola mundo que puedo decir por ahora está detrás de este ordenador, detrás de lo conocido, de la apestosa rutina de siempre, de la soledad medio enmarcada en pedacitos de olvido. De ese olvido que le dan a uno porque se queda en estas sombras paradas.

Supongo que los holas mundo se pueden dar de menor calidad. Sólo hay que pensar en lo bueno que es tener techo y comida y que uno puede dar holas mundo mientras otros no pueden ni decir hola. Bajo este supuesto, la persona más desdichada de la tierra podrá ganar su título como el poseedor original de la lástima y reclamar su lugar como heredero de la justicia. Mientras tanto los que quedamos en medio tendremos que conformarnos con la sólida convicción de que podríamos estar en medio de una sequía en Somalia.

De ninguna manera alegrarnos, claro está, de que existan cosas como aquellas en el mundo. Pero sí entender el significado minúsculo de nuestras penas pequeño burguesas que no nos ponen en peligro. Solamente amenazan con partirnos el corazón, dicta el lugar común.

La persona que tomó esta fotografía, no pondré link en clara violación a los derechos de autor, no se percató de que el internauta podría ver su cámara y su vestimenta, por medio del reflejo poco lúcido, pero claro, de la ventana de un avión. Esta persona quizás no se esperaría que alguien del otro lado del mundo, tiempo después, la miraría con desprecio, con ese desprecio clásico de los que envidian, de los que ven los sueños cumplidos por otros, de los que van solos en el metro mientras las parejas que se besuquean no lo dejan pasar, de los que andan sin saber a dónde ir mientras otros ya vieron hasta los rincones más escondidos de una belleza sin nombre.

Pues bien, a agarrarse las enaguas, a construir planes de emergencia. No queda más que resignarse a tener las amarras bien puestas en la esperanza ignorante de un futuro disperso, de una ciudad que quizás tomó la fuerza necesaria como para destruir cada rincón de espacio futuro.