Mi propia guerra santa, mis propios demonios de oriente, mi dictadura interior, todo tiene un ayuntamiento en llamas, un Berlín sin control.
Me haces sentir cómo las multitudes aclaman a un nuevo tirano y cómo le entregan lo poco y más absolutamente mínimo que les queda: la libertad de poder comer sin vomitar.
No me malinterprete. No es asco, es pura entrañesa, es puro amor.
Arrastra tras de sí un montón de tripas mías. Mi hígado y mis riñones son tuyos para siempre.