domingo, junio 20

Pequeño ensayo reflexivo sin argumentos sólidos ni aparato crítico

I
Un discurso tonto y solemne.

II
-¿Y sigues con aquello?
-Sí, aunque creo que dejó de ser tuyo hace tiempo.
-¿A quién le pertenece entonces?
-Creo que a nadie, lo quise expropiar y nada más me encontré con semillas viejas y chupadas de tuna, envolturas de chocolates (hay países en los que les dicen chocolatinas, creo que es un nombre ridículo) rancios y una felpa usada y maltrecha.
-¿Entonces? ¿Todo esto?
-A nadie ya pertenece. Nunca lo hizo. A decir verdad, esto en realidad no fue tuyo. Me imaginaba que era tuyo, pero no, creo que nunca fue de nadie. Tablas viejas devueltas por el mar. Tiempo perdido miserablemente.

III
Si no puedo encontrarte en la divinidad
al menos buscaré quedarme la entrañabilidad

suave como el fiel crepúsculo
que es el único amigo que me queda


III
Lo entrañable.
Es una palabra hermosa ¿no es cierto?
Algo que es entrañable, dice RAE, es algo íntimo, muy afectuoso.
No he oído que se use mucho, pero el verbo entrañar existe y su primera acepción es más que ilustrativa:

Introducir en lo más hondo.

La segunda es un poco más discreta, un tanto simplona:

Contener, llevar dentro de sí.

Es la tercera:

Unirse, estrecharse íntimamente, de todo corazón, con alguien.

Parecería que nuestra fría compañera de andanzas en los resúmenes académicos de repente se le rompe el esquema. Quémenme lingüistas por ignorante, pero eso creo.

Mi punto es que el entrañamiento parece llevar tras de sí la base de una palabra que me parece más hermosa. Diría que es mi palabra favorita del español, no es que yo conozca muchos idiomas ni todas las antiguas literaturas germánicas, pero me fascina esa palabra. La palabra es entraña. Sus acepciones merecen ser presentadas:

(Del pl. n. lat. interanĕa, intestinos).

1. f. Cada uno de los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano y de los animales.

2. f. Parte más íntima o esencial de una cosa o asunto.

3. f. pl. Cosa más oculta y escondida. Las entrañas de la tierra, de los montes.

4. f. pl. El centro, lo que está en medio.

5. f. pl. Voluntad, afecto del ánimo.

6. f. pl. Índole y genio de una persona. Hombre de buenas entrañas.



La palabra representa lo que hay "dentro", lo entrañable es lo interior, lo imprescindiblemente intestinal. Creo que bien podría haber una reforma en el lenguaje de todos los días y en vez de referirse a las "mariposas en el estómago", a la "bilis", a "el hígado", uno podría referirse a "las entrañas". No como un órgano en especial. Sino a lo que en sí hay dentro, como sistema de respuesta emocional y crítico, a lo "entrañable".


IV
Cuando uno habla de los "amigos entrañables", de los "momentos entrañables", de las "personas entrañables" se refiere, creo, a una cosa. A aquellos amigos, momentos, personas (etc.) que se quedan dentro. Que se quedan como parte inamovible de eso que llamamos "nosotros".

Leeré más sobre la corporeidad, pero creo que esto es lo que nos hace postorgánicos. Nuestras entrañas han viajado más allá de las tripas: El intestino no es más la entraña en sí.


Si uno continúa con la lectura de la definición se topa con una forma de empleo coloquial:

echar alguien las ~s.

1. loc. verb. coloq. Vomitar con violencia y muchas ansias.



Recuerdo aquél texto fundacional de los Testículos del Rey, Invitación al vómito de Oliverio Girondo:

Cúbrete el rostro
y llora.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
largos trozos de vidrio,
amargos alfileres,
turbios gritos de espanto,
vocablos carcomidos;
sobre este purulento desborde de inocencia,
ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce,
y esta castrada y fétida sumisión cultivada
en flatulentos caldos de terror y de ayuno.
Cúbrete el rostro
y llora...
pero no te contengas.
Vomita.
¡Si!
Vomita,
ante esta paranoica estupidez macabra,
sobre este delirante cretinismo estentóreo
y esta senil orgía de egoísmo prostático:
lacios coágulos de asco,
macerada impotencia,
rancios jugos de hastío,
trozos de amarga espera...
horas entrecortadas por relinchos de angustia.


Estamos en un constante reflujo, creo. En la vida, me imagino, uno se dedica a vomitar con cierta violencia, en ciertos lugares.

No lo sé de cierto, pero lo supongo.