jueves, febrero 12

Salvaje

Lo ví cojeando. Cojenado. Cojeando. Sus orejas brincaban. Su pelo negro con manchas de callosidades y costras. Sus ojos llenos de cátaratas.

Fue un día genial, ella se volteó al terminar la clase y me dijo: "no te gusta que te digan panda ¿verdad?" Mi mente súbitamente contestó: "Llámame como quieras, chula" Pero la moral y las buenas costumbres le cayeron de peso, la ataron y la golpearon hasta la náusea, al tiempo que la obligaban a darle vueltas a la situación, las futuras consecuencias y el peso de sus acciones en los hilos de los cuales pende el mundo. "Me da igual", burbujearon las palabras de una boca plástico burguesa.

Ese día fue genial, lo vi. Habían pasado 5 años. 5 gloriosos años de un aburrimiento hondísimo. 5 años desde que ataron a ese maldito a un poste. No podía regresar a mi casa, una laguna en el asfalto, el altar de la virgen de guadalupe con un pabellón cubierto de hierbajos y caca de ese culero. Y ahí viene, su hocico manchado brama, sale disparado desde la ojalatería, tiro el lápiz en mi mano y me echo a correr. La velocidad que alcanzan mis patasregordetas salpicando el agua negra de la banqueta parecía no ser suficiente. El pánico al llegar a la vecindad, mis perros (verracos hermosos) contratacando, como diciéndole "Si entras, te chingas". Huye.

Mañana será lo mismo.

Cojea,me encanta verlo cojear. Me dan unas ganas locas de verlo cojear más. Sangre llega a mis genitales, las mejillas se funden en sangre, mis ojos se abren como cañón. Me encanta verlo viejo, sin dientes, caliente, buscándose a quién coger en su senectud. Un trozo de muro caído, del antiguo altar a la virgen no quedan más que estos trozos de cemento. Tomo uno, se lo arrojo. Ladra, cojea. Le arrojo otro, la piedra filosa le abre la piel y el pelo negro lleno de costras. Intenta perseguirme, mis piernas recgordetas ahora son más altas, no importa, las de él no sirven. Ya no se ve tan maldito, se ve cojo, cojo... tomo otro pedazo y se lo arrojo. Ya dejó ladrar, ahora chilla, ¡chilla! ¡chilla! La sangre le empieza a brotar, no lo soporto, es demasiada la exitación (no, no is exciting, sino que es excitante y exitante, casi erótico).

Llegaron los drogos del barrio, traen sus antenitas humeantes en la mano. Será mejor irme, con pánico en mis regordetas piernas. Porque esos perros sí que me van a chingar.

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