Se abren lo mares. Un camión verde pasa, el aroma de la putrefacción en el subsuelo. Se abren los mares. Ahí su saliva se cristaliza y resbala, inunda mis agujeros, destruye las ciudades de mi mejilla.
Es uno de esos momentos fáticos que me gusta recordar, cuando su saliva corre por mi cortaza, y soy más mar que su mar, y soy más turbio que sus olas y soy más saliva que su saliva, que es más helada que la risa fresca en un pantano fangoso de sudores y de cumbias en bocina vieja.
Ya no corre su saliva por mi baches, ahora corro yo con ella, ahora yo también me mojo y fluyo por mi como si no hubiera bombazos de tiempo ni agua sucia.
Y parece que han sembrado musgo en mi cara que deshace de sus vestiduras y se vuelve suave como sus rizos en la tarde y se derrite toda y se cae a pedazos y nada más queda un cráneo rodeado de gusanos.
Tu saliva ergo sum
No hay comentarios.:
Publicar un comentario